“Gracias”: una forma de ver la vida
Muchas personas adjudican la felicidad a distantes logros del futuro y, en consecuencia, no consiguen alcanzarla. ¿Qué pasaría si te digo que la felicidad está, más bien, asociada a experiencias ya vividas y acontecimientos que ya sucedieron? Una vez que las personas nos abrimos a la magia de mirar atrás, y no solo adelante, descubrimos que hay muchísimo por lo que agradecer. Dar las gracias nos abre las puertas, hoy y mañana, a una vida feliz.
“No es la felicidad lo que nos hace agradecidos, sino la gratitud lo que nos hace felices”, afirma con sabiduría David Steindl-Rast, y no se equivoca. El problema está en que, para muchos de nosotros, la gratitud no forma parte de nuestro día a día. Reducimos la gratitud a eventos aislados como los cumpleaños, la Navidad o el Día de Acción de Gracias. Y no entendemos su crucial importancia. La gratitud tiene la capacidad de transformar nuestro día a día en una continua acción de gracias y convertir nuestra rutina en fuente de alegría. Ser agradecido va mucho más allá de dar gracias: es una manera particular de ver la vida.
De acuerdo con Brian Tracy, “incluso en medio de las más grandes dificultades de la vida, siempre podremos encontrar cosas por las que estar agradecidos”. Y estar agradecido no es otra cosa que reconocer las cosas buenas de la vida. En psicología positiva, la gratitud es una respuesta emocional positiva frente a la percepción de recibir un beneficio de parte de alguien. Este beneficio debe ser algo no merecido ni buscado intencionalmente: simple y llanamente, es el resultado de la buena intención de otra persona.
Sé agradecido y te lo agradecerás
La gratitud nos transforma… literalmente. Desde una perspectiva neurocientífica, cuando somos agradecidos, producimos más serotonina y dopamina (nuestros neurotransmisores de la felicidad), acrecentando nuestro bienestar y nuestra capacidad para apreciar y retener las experiencias y pensamientos positivos, y repeler los negativos. Además, regulamos la producción de cortisol, neurotransmisor del estrés, disminuyendo la frecuencia con la que experimentamos cuadros de ansiedad, depresión y desgaste emocional.
Practicar habitualmente la gratitud trae consigo un amplio número de beneficios. A nivel físico, las personas agradecidas son 10% menos propensas a enfermarse a causa del estrés; presentan una mejora en sus funciones cardiacas y su presión arterial; y poseen un sistema inmunológico más fuerte. Además, cuentan con 15% mejor calidad del sueño y le dedican 1.5 más horas a la semana a realizar ejercicio, aumentando su expectativa de vida. A nivel emocional, la gratitud fortalece la autoestima, la construcción de vínculos interpersonales sólidos y la resiliencia afectiva; y favorece el optimismo, el buen humor y la empatía. En términos profesionales, eleva el compromiso, la comunicación y el rendimiento colectivo.
Cuando sentimos gratitud, nuestro deseo natural es expresarla. Hacerlo es un hábito muy saludable, en todo sentido de la palabra. Cuando damos las gracias, apreciamos a alguien tal y por quién es, y no solo por lo que hizo en nuestro favor; aprobamos el obsequio que nos hace, desde la conciencia del valor que nos añade; admiramos su generosidad, que es gratuita, genuina y espontánea; y, naturalmente, nos sentimos impulsados desde dentro a retribuir el bien recibido, dando con creces a quien, libremente, nos benefició con creces.
El ABC de la gratitud
¿Sabías que la gratitud puede cultivarse dando las gracias una vez al día, los 365 días del año? Pequeñas acciones cotidianas pueden convertirse en poderosos hábitos si dedicamos el tiempo y la fuerza de voluntad necesarios, y la gratitud no es la excepción. La pregunta es: ¿qué pequeñas acciones nos convierten en personas agradecidas? Repasemos algunas.
Asegúrate de dar las gracias a cada persona que hace posible algo tan sencillo como, por ejemplo, ese café que tomas por las mañanas todos los días. Ello te ayudará a valorar que ese café podría no estar allí y es el fruto del esfuerzo de muchos, quienes dan lo mejor de sí para ponerlo en tu mesa. Luego, recoge todas esas tomas de conciencia en una alcancía o jarrón de gratitud. Consérvalas para el futuro y vuelve sobre ellas cada vez que lo creas necesario. De igual manera, puedes empezar un diario de gratitud donde anotes cumplidos hacia ti o hacia otros; aprendizajes y experiencias de las que te sientes agradecido; o quizá personas y pertenencias que forman parte de tu vida y cuya presencia valoras mucho.
Otra forma de cultivar gratitud es demostrándola a quienes te rodean. Elige a una persona que forme parte de tu día a día y pregúntate: ¿qué admiras de ella y de qué quisieras darle las gracias? Piensa cómo puedes demostrarle esa gratitud: quizá a través de una carta, un voice note o un video; quizá tratándola con amabilidad, o haciéndole una visita esporádica como gesto de agradecimiento. Otra forma, quizá en el ámbito laboral, podría ser dándole feedforward, es decir, diciéndole qué crees que está haciendo bien y alentándola a seguir así. Esto último es una forma sencilla de valorar el esfuerzo, celebrar los pequeños logros y motivar a alguien a repetir conductas de excelencia, ayudando a que se vuelvan hábitos.
Por último, la gratitud se cultiva viviéndola. Por tanto, ¡permítete ser feliz! Valora qué es lo que tienes, en lugar de poner la mirada en lo que te falta. Reserva espacios para meditar y valorar esos granitos de arena que podrías extrañar si mañana no los tuvieses. Considera, también, la posibilidad de contar con un partner de gratitud: alguien con quien compartas el maravilloso trekking que es desarrollar este hábito. Acompañado llegarás más lejos. Y, por último, siguiendo el consejo de Mihaly Csikszentmihalyi, disfruta cada día de tu vida, haciendo de ella una danza interminable. Entonces, entenderás la sabiduría que se oculta entre los versos de la hermosa canción de Mercedes Sosa: “Gracias a la vida, que me dado tanto…”.
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